Las dos palabras más repetidas a la hora de definir a Edward Colston (1636-1721) son «comerciante» y «filántropo» inglés. Y ambas correctas. Al fin y al cabo, en la última etapa de su vida donó una buena parte de su fortuna para obras de caridad tales como la fundación de un gran hospital en Bristol, su ciudad natal. Tampoco es extraño hacer referencia a su faceta política, ya que se presentó a las elecciones de esta región en 1710 por el bando «Tory».
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Sin embargo, lo que se suele obviar es que este supuesto héroe británico se hizo rico tras esclavizar aproximadamente a 100.000 hombres, mujeres y niños africanos de la mano de la «Royal African Company». Todos ellos, sin excepción, fueron obligados a vivir hacinados durante semanas en buques que tenían órdenes de arribar hasta las colonias del Nuevo Mundo. Y, como era de esperar, muchos de ellos se dejaron la vida en el trayecto.
Durante siglos, la figura de Colston ha sido venerada por los habitantes de Bristol con conferencias y estatuas. Para ellos era un héroe. Sin embargo, en los últimos años el gobierno local ha decidido enfrentarse a la triste realidad y ubicar, por fin, cada pieza de la historia en su lugar.
Uno de los grandes pasos en este sentido lo dio este año la alcaldesa Cleo Lake quien, previa aprobación del pleno, retiró el retrato de este personaje del Ayuntamiento y aprobó la creación de un museo que explique la verdad de sus acciones. Eso fue en junio. Ahora, un mes después, la dirigente ha aceptado también que se coloque una placa en conmemoración de sus víctimas africanas en una estatua dedicada al mercader de personas. La decisión, como era de esperar, ha generado un duro enfrentamiento entre los vecinos.
Por desgracia, y tal y como afirma el escritor Borja Cardelús a ABC, Colston es solo uno de los muchos negreros que se hicieron ricos a costa del «genocidio africano»: «Los grandes palacios ingleses están levandos con al sangre de los negros». El autor lo sabe bien ya que en su última obra (« La civilización hispánica» -Edaf, 2018-) se adentra en las diferencias entre el colonialismo británico y el español. «La Leyenda Negra ha castigado a nuestro país, pero ha perdonado a los ingleses, los verdaderos artífices de esta práctica», completa [PUEDES LEER LA ENTREVISTA A BORJA CARDELÚS AL FINAL DE ESTE ARTÍCULO]
Comerciante de carne
Edward Colston nació en 1636 en Bristol, al suroeste de Inglaterra, en el seno de una familia acaudalada de comerciantes. Así lo afirma el investigador Stuart Handley en su extensa obra « The History of Parliament: the House of Commons 1690-1715». En el mismo, también señala que su padre estaba ligado íntimamente a la organización caritativa «Society of Merchant Venturers».
Cuando apenas sumaba unas pocas primaveras a sus espaldas, nuestro protagonista se mudó a Londres, donde fue educado en el «Hospital de Cristo». Años después el peso del negocio familiar en su vida se hizo patente cuando decidió dedicarse a comprar y vender todo tipo de productos en el Mediterráneo. Desde aceite y vino, hasta frutas. Así fue como empezó a dar sus primeros pasos en el mercadeo.
Colston podría haber seguido por ese camino, el más aceptable. Por el contrario, cambió drásticamente de rumbo y dedicó su vida al tráfico de personas. Para ser más concretos, cuando este marino rondaba los cuarenta se unió a la «Royal African Company» («Compañía Real Africana»), una organización que transportaba esclavos deade África hasta las colonias británicas ubicadas en el Nuevo Mundo para que trabajaran de sol a sol. Pertenecer a este grupo era todo un privilegio ya que, como señala el historiador Kenneth Morgan en su obra « Cuatro siglos de esclavitud trasatlántica», «el parlamento inglés le había otorgado un acta de constitución […] garantizándole el monopolio para realizar la trata de esclavos inglesa entre África y las Américas».
Todo ello, con el objetivo de lograr mano de obra barata. «La sustitución de los esclavos blancos por los africanos no tenía nada que ver con el calor del clima. Se debía simplemente al hecho de que, en esta época, Europa no podía suministrar a las colonias una mano de obra barata suficientemente numerosa», desvela la socióloga Nuria Fernández Moreno en « Antropología y colonialismo en África Subsahariana: Textos etnográficos».
La trata de personas fue de tanta importancia para los británicos que la mismísima «Royal African Company» llegó a admitir en una misiva que, sin esta práctica, todo el sistema colonial habría acabo en desastre. «Los esclavos son enviados a todas las plantaciones americanas de Su Majestad, que no podrían subsistir sin ellos», señalaron.
Durante doce años, de 1680 a 1692, Colston sirvió a la «Royal African Company» como inversor principal, gerente y vicegobernador. En ese década, envió a miles y miles de hombres, mujeres y niños hasta las colonias establecidas en Jamaica o Barbados. A su vez, esta empresa británica pudo beneficiarse, por real decreto de la monarquía inglesa, del dinero que le suponía vender africanos en los puertos de los futuros Estos Unidos de América. Gracias a estos puestos (además de los asientos establecidos con España), Colston logró amasar una fortuna estremecedora.
Con todo, Moreno también recuerda que, por aquel entonces, este tipo de negocios eran considerados «tan respetables» como cualquier otra actividad comercial. «Los comerciantes de diferentes países se vanagloriaban de sus éxitos en la trata de la “mercancía viviente”», completa.
Esclavos negros
Pero... ¿Cuánto podía ganar Colston por cada uno de los hombres, mujeres y niños que vendía en las colonias? La cifra concreta la desvela Reyes Fernandez Duran en su libro « La Corona española y el tráfico de negros: del monopolio al libre comercio». En el mismo, señala que «entre 1670 y 1680 el precio de un esclavo de buena salud en la costa africana podía estar en torno a las 3 libras esterlinas» y que, posteriormente, los entregaban en Barbados por unas 15 y en Jamaica por unas 16. «La “Royal African Company” los vendía a los españoles por a 23 libras en esos años», completa.
El beneficio que obtenía esta organización era, por lo tanto, de entre 12 y 20 libras por persona. Una cifra que -a pesar de que variaba atendiendo al sexo, la salud y la edad del reo- era más que respetable. Para demostrarlo basta con saber que, según explica el historiador Niall Ferguson en « El imperio británico: Cómo Gran Bretaña forjó el orden mundial», el sueldo base de un empleado solía rondar las 5 libras al año.
Con todo, la gran discusión sobre Colston no gira en torno al dinero que ganaba con cada uno de los esclavos que vendía, sino alrededor del número de hombres, mujeres y niños a los que encerró y obligó a cruzar el Atlántico. A día de hoy, las cifras más aceptadas afirman rondan las 80.000 personas, aunque algunos expertos la elevan hasta las 100.000.
Uno de los últimos estudios lo han aportado los miembros del « Bristol Radical History Group» tras recopilar las investigaciones y los datos publicados a lo largo de los siglos sobre este tema. En sus palabras, «las cifras más conservadoras afirman que fueron embarcados unos 84.500 africanos». A su vez, creen que arribaron hasta su destino un total de 65.200, lo que deja un total de 19.300 fallecidos durante el viaje «desde 1680 hasta 1692».
Además de este 23% de muertos durante el duro viaje (en el que los esclavos eran hacinados en las bodegas de los buques para ahorrar espacio), las cifras totales tampoco son demasiado benévolas con Colston. Según la investigación del «Bristol Radical History Group», del total de personas trasladas un 14,4% eran niños de menos de 10 años, un 14,8%adolescentes y un 37,3%, mujeres. Los investigadores incluso se atreven a hacer una estimación de las riquezas que la «Royal African Company» habría obtenido. El resultado es escalofriante: unos 35 millones de libras actuales.
Sin embargo, también inciden en que «este es solo el valor de venta de los africanos esclavizados, y no representa las ganancias como tal, ya que no incluye el coste de compra y otros costes fijos». Aunque, para desgracia del propio Colston, el abultado número tampoco introduce «las ganancias que obtuvo la organización de la venta de productos comprados en la parte continental de América y el Caribe». Todos ellos, llevados después a Gran Bretaña.
Última etapa
Tras enriquecerse, Colston vendió todas sus acciones de la «Royal African Company» a finales del siglo XVII y se retiró a una casita ubicada en las afueras de Londres. Lo hizo a tiempo, pues para entonces ya había comenzado la decadencia de esta organización. «El 1689 se despojó a la “Royal African Company” de su monopolio de comercio en las costas africanas. […] A partir de esa fecha cualquier comerciante británico podía viajar a las costas africanas a comprar esclavos, solo debía abonar a la corona un 10% del total de las exportaciones que sacaba de Inglaterra para la compra de productos necesarios para intercambiarlos por esclavos en las costas africanas», añade Fernández Durán.
Después se trasladó a Bristol, su ciudad natal, donde financió -en palabras de Handley- «grandes proyectos para mejorar las escuelas y los hospicios de la ciudad» y otorgó, a fondo perdido, «un flujo de dinero regular para reparar y adornar las iglesias». Con todo, el investigador también recuerda que era un anglicano convencido que «odiaba a los disidentes» y que, por ello, exigía una serie de condiciones severas a nivel religioso para entregar sus donaciones. Este fervor le llevó, además, a sufragar a partir de 1708 una serie anual de «sermones de Cuaresma» con el objetivo de que la religión llegase a una audiencia más amplia.
A golpe de dinero, el marinero logró hacerse un nombre en Bristol, ciudad que -para entonces- ya se había convertido en el epicentro del tráfico de personas después de que la «Royal African Company» perdiera la exclusividad en el comercio de esclavos.
Conocido y popular como era, en 1710 se presentó como candidato «Tory» a las elecciones. Lo hizo poco después de sufragar e inaugurar un gran hospital para niños con más de 30.000 libras. Su victoria estaba clara antes siquiera de votar. Así pues, con 74 primaveras a sus espaldas se metió de lleno en el mundo de la política. Murió el 11 de octubre de 1721 y fue enterrado, tras un gran funeral, en la iglesia de la ciudad. Lo más curioso es que en su testamento terminó de ganarse el cariño de sus vecinos, pues dejó establecido que se dieran pequeños pagos anuales a 18 escuelas locales.
Borja Cardelús: «Los grandes palacios ingleses están levantados con la sangre de los negros»
-¿Aceptó España la esclavitud?
España no aceptó ni toleró la esclavitud en sus territorios americanos. El problema es que, tras la derrota en conflictos europeos como la Guerra de los Siete Años, Inglaterra nos impuso en las capitulaciones obligaciones como aceptar el llamado “asiento de negros”. Es decir, la facultad para incorporar esclavos en nuestras colonias de América.
A los ingleses les interesaba mucho porque les permitía vender sus esclavos a una gran potencia. A España no le quedó más remedio que aceptar, pero fueron muy limitados. Además, Inglaterra se aprovechó de estos tratados para multiplicar de forma ilegal los negros que podía trasladar según la ley.
Que España no era partidaria de la esclavitud se puede ver particularmente en territorios como Cuba. Bajo dominio peninsular, en esta región apenas había negros. Sin embargo, durante el año en que Inglaterra fue soberana de la zona aumentaron exponencialmente los esclavos. Florida es otro ejemplo, allí estaba prohibida la esclavitud e incluso se creó un fuerte para proteger a todos los esclavos que acudían a la zona para huir de los negreros ingleses.
-¿A cuánto asciende la cifra oficial de esclavos negros trasladados durante el Holocausto africano?
La cifra total de la esclavitud africana, la mayor tragedia humana y el mayor genocidio de la historia, asciende a 40 millones de personas. La mayoría de ellas fueron trasladadas por Inglaterra, Holanda y Portugal en condiciones penosísimas.
De hecho, durante mucho tiempo en los barcos negreros ingleses hubo una polémica sobre los “fardos prietos” y los “fardos flojos”. Los capitanes partidarios de los primeros abogaban por llevar una gran cantidad de esclavos en los buques (a pesar del escaso espacio) para que, aunque murieran muchos durante el trayecto, llegaran también más. Los que apoyaban los segundos creían que era mejor meter menos personas en los barcos para que tuviesen más posibilidades de sobrevivir.
-¿Cómo definiría, en una frase, los siglos de la esclavitud africana?
Fue una época terrible de la que Inglaterra ha salido demasiado airosa.
-¿Fue Inglaterra pionera en la abolición de la esclavitud?
Si, pero en uno de los ejercicios de hipocreisa más grandes de la historia. Como los ingleses apostaban por una política de mono cultivos (dedicaban un terreno únicamente a un producto), pronto descubrieron que debían pagar la manutención de sus esclavos durante varios meses a pesar de que no trabajaban porque estaban esperando para recoger la cosecha. Al final vieron que era mucho más barato contratarles por salarios ínfios cuando eran necesarios, en la época de recolección, que solía durar medio año. El resto del tiempo los despedían y tenían que mantenerse por ellos mismos.
A pesar de todo, han conseguido convertirse en los campeones del abolicionismo. No niego que hubiera gente con nobles intenciones como William Wilberforce, pero la mayoría lo hicieron con una motivación econónica.
-¿Cómo han logrado convertirse en los "campeones del abolicionismo"?
Porque han dominado los medios y han creado peliculas en las que se muestran así. Una vez más, la leyenda negra ha liberado a Inglaterra.
-¿Hasta donde llegaban los derechos de los africanos dictados por España?
La escuela de Salamanca, con Francisco de Vitoria o Domingo de Soto, creó el derecho de gentes. En él se consideraba a todos los individios que vivían en el mundo como personas. Y entre ellos, a los esclavos. Ese fue el origen de los derechos humanos.
Todas esas concepciones pasaron a las Leyes de Indias, que eran absolutamente proteccionistas con los indios y los esclavos. El codigo del esclavo español, de hecho, era muy superior al de otros países. Para nuestro país siempre fueron personas, y no objetos (algo muy revolucionario para la época).
Si observamos el mapa de la negritud podemos observar que en las zonas españolas hay muy pocos negros. En cambio, los negros estan concentrados en las zonas holandeses e inglesas (Jamaica, Barbados...) No hay apenas negros en México, Argentina o Chile. España podría haberlos llevado hasta allí, pero prefirió que prevalecieran sus derechos.
-¿Por qué personajes como Colston no han sido señalados por la historia?
Esas son las cosas asombrosas de la leyenda negra que se ha creado contra España y la leyenda blanca que se han fabricado los ingleses. La realidad es que nuestro país llegó al Nuevo Mundo para elevar el nivel cultural y religioso de los nativos. Aunque se desangró a nivel económico, España creó misiones para educarles, capacitarles y enseñarles oficios. Gracias a eso, en muchas regiones de EE.UU. los nativos han sobrevivido. Por el contrario, los grandes palacios ingleses están levantados con la sangre de los negros.
Fuente: ABC