El autor de 'Pasaje a la India' anticipó en 1909 el confinamiento en 'La máquina se para', en el que se suspenden los encuentros públicos, se regulan las relaciones y sólo se puede salir al exterior con "respirador"
E.M. Forster.
La gente vive en perpetuo «aislamiento», en cavernas tecnológicas y con miedo a salir a la superficie. Los «encuentros públicos» han quedado atrás hace tiempo, sustituidos por el «correo neumático» y por un interfaz de vídeo. Todo está bajo el control de La Máquina, que controla las redes sociales y regula los permisos para salir al exterior, previo uso de un «respirador» para amortiguar el impacto del mundo real...
Todo esto imaginó el escritor británico E.M. Forster en 1909 en un relato breve titulado La máquina se para (Ediciones del Salmón), que ha cobrado una inquietante dimensión durante del confinamiento del coronavirus.
El autor de Pasaje a la India o Una habitación con vistas, catapultado a la fama por las adaptaciones al cine de James Ivory, está siendo redescubierto por sus compatriotas en su dimensión de autor profético y distópico.
El editor de arte de la BBC Will Gompertz ha buceado en el túnel del tiempo y ha rescatado estos días el relato de Forster como «una increíble, impactante y asombrosamente precisa descripción literaria de la vida en cuarentena en el 2020». «Si se hubiera escrito hoy seguiría siendo excelente», asevera Gompertz. «El hecho de que haya sido escrita hace más de un siglo la hace sorprendente».
La máquina se para ahonda en la relación de una madre y un hijo, Vashti y Kuno, separados geográficamente y conectados a través de La Máquina. Vashti es conformista, resignada al «distanciamiento social» impuesto por la tecnología en esos espacios en los que viven confinados los humanos. Kuno es hedonista y rebelde, deseoso de recuperar la interacción humana y dispuesto a arriesgarlo todo por salir a la superficie.
A caballo entre H.G. Wells y George Orwell, Edward Morgan Forster (1879-1970) se adentró en el terreno de la literatura de anticipación con este relato de 12.300 palabras, contenido inicialmente en la colección titulada El momento eterno y otras historias. Hasta entonces, Forster era conocido sobre todo como crítico furibundo del clasismo y de la hipocresía inglesas (un año después se publicaría Regreso a Howards End).
La máquina se para vio la luz en el mismo año en que Marinetti publicaba su Manifiesto futurista y rompía una lanza por el avance impetuoso de la máquina. E.M. Forster decidía tomarse con más cautela lo que hoy llamaríamos «disrupción tecnológica» y, de hecho, llegó a ser presidente de la Asociación de Humanistas Británicos.
«La ciencia, en lugar de liberar al hombre, lo está convirtiendo en esclavo de la máquinas», llegó a escribir Forster en su diario. «El ser humano tal vez obtenga un alma nueva y quizás de mayor grandeza bajo estas nuevas condiciones. Pero almas como la mía serán aplastadas».
Ese forcejeo es de alguna manera el reflejo del pulso que el propio Forster (1879-1970) libró con los tiempos modernos: «La humanidad, en su búsqueda del bienestar material, había ido demasiado lejos. Había explotado en exceso las riquezas de la naturaleza, y el progreso había llegado a significar el progreso de la máquina».
Como apunta Javier Rodríguez Hidalgo en el prólogo a la edición en español, Forster era "un humanista que, como los héroes de sus ficciones, observaba con perplejidad unas transformaciones que no permitían augurar nada bueno". Frente a los críticos que consideran La máquina se para como una breve rareza (¿por qué no llegó a desarrollar una trama tan fascinante en una novela?), Rodríguez Hidalgo ve un hilo conductor entre el rebelde Kuno, el Fielding de Pasaje a la India o las hermanas Schlegel en Regreso a Howards End: "La deserción, la desobediencia, el rechazo a aceptar el dictado de unas leyes que se presentan con la apariencia de lo irrevocable".
Y como prueba nos remite a las páginas finales, también premonitorias de Regreso a Howards End: "Esta locura por la movilidad ha aparecido en los últimos 100 años. Puede que después venga una civilización que no sea todo movimiento, porque permanecerá en tierra".
Fuente: El Mundo