unque Vicent Van Gogh tiene fama de melancólico, sus textos y cartas, como se puede apreciar en la exposición de Van Gogh Alive, también tienen mucho de optimista, sobre todo en lo referente al amor. En una carta a su hermano Theo aparecía esta frase: «Es bueno amar tanto como se pueda, porque ahí radica la verdadera fuerza, y el que mucho ama, realiza grandes cosas y se siente capaz, y lo que hace por amor está bien hecho».
Frases como esas demuestran que el amor se considerada un valor positivo culturalmente en el pasado, sin embargo, ahora, en una sociedad líquida, parece que el concepto del amor ya no cotiza tan al alza. Sobre todo cuando se habla del amor hacia una posible pareja.
Si antes estar enamorado parecía algo casi mágico, ahora tendemos a pensar que enamorarse es perder nuestra esencia, entrar en un estado de locura (recordemos que transitoria) y sentirse débil y vulnerable hacia otra persona. Hasta tal punto que hay personas que tienen verdadera fobia al amor. Es lo que se conoce como «filofobia».
Según la psicóloga experta en relaciones Ana García la filofobia se define como «el miedo a establecer un vínculo emocional con alguien por miedo al dolor, hasta el punto de experimentar una sensación de estrés y de ansiedad ante la idea de enamorarse, llegando a dejar de relacionarse socialmente».
Pero, ¿somos más filofóbicos ahora que antes?
Miedo a sufrir por amor
Se entiende entonces que la raíz de la filofobia es el miedo a sufrir por amor. Algo que si bien puede llegar a convertirse en una patología en algunas personas, es bastante habitual en el resto de mortales. Porque las relaciones cada vez son más complejas, y cada vez nos enfrentamos más al sufrimiento, tanto durante las mismas como al tener que dar por finalizadas cada una de ellas.
«A día de hoy, se exige más en las relaciones: uno necesita ser querido, sentirse valorado, deseado, entendido. Y entran en juego muchos sentimientos que hacen que en ciertos momentos podamos sentirnos vulnerables a que nos hagan daño, porque, al final, lo que está en juego son nuestras emociones», insiste Ana García.
Es cierto que el cambio de roles entre hombres y mujeres, o incluso las expectativas en cuanto a la propia relación, hacen que «la probabilidad de ruptura y dolor sea mayor». Un ciclo que, además, tiende a repetirse, porque a mayor número de rupturas, más relaciones tenemos a lo largo de nuestra vida. Y por tanto más bagaje emocional, y más miedo a sufrir cada vez que iniciamos una de ellas.
Sin embargo, «la sociedad, en todos estos años, nos ha vendido que el amor es un cuento de hadas, y nada más lejos de la realidad». De esta forma, el verdadero problema es que «si nos venden algo como maravilloso y luego nos encontramos otra realidad, al final tenemos una idea negativa», tanto del amor como de las relaciones, según la experta.
Como recuerda la psicóloga, «el amor es maravilloso, pero también es extremadamente complicado, hay que trabajarlo día a día, tener capacidad de autocrítica, comunicación, entendimiento, negociación etc.» La filofobia, al fin y al cabo, «es un mecanismo de defensa que desarrolla el ser humano para evitar que le vuelvan a hacer daño». Pero como todo en la vida, el que no arriesga, tampoco gana.
Más allá del miedo al compromiso
Sin embargo, una cosa es el miedo a tener una relación estable y otra tener miedo simplemente a enamorarse. La psicóloga explica que en realidad no hay datos sobre la incidencia de la filofobia; se trata de una denominación reciente, aunque, «seguramente, esta fobia existe desde hace mucho tiempo».
Distingue que «el miedo al compromiso es cuando sientes ese miedo a que la vida que tenías hasta ahora cambie, a tener que contar con alguien, a dejar de ser completamente e independiente». Sin embargo, la filofobia es «un miedo disfuncional que no es real, que no tiene lógica ni fundamento, porque es un miedo a perder algo que no tienes todavía». Podría definirse como «un miedo a perder el amor, sin que todavía haya aparecido».
No hay una única causa establecida, pero Ana García apunta a que habitualmente este miedo al amor suele estar vinculado «al resultado o fracaso de una relación anterior, ya sea por el dolor sufrido, o por la relación fallida. Pero el miedo a volver a sentir dolor, hace que se evite cualquier situación parecida».
La persona filofóbica es aquella que «se muestra retraída y oculta sus verdaderos sentimientos para no enamorarse». Todo ello hasta llegar al punto de «evitar el contacto social y tener unas relaciones sociales escasas y superficiales».
Aunque haya cierta lógica en el miedo a enamorarnos, no la hay en el miedo a perder algo que nunca se ha tenido. El problema de los miedos es que, por norma general, son peores en nuestra mente que lo que pueden llegar a ser en la vida real.
Y sí, el amor es bonito a la par que complicado, puede hacernos felices e infelices, pero es innegable que es parte de nuestro proceso vital como seres humanos. Perdérselo es perderse una parte importante de este viaje que es la vida.
Por ello, hombres como Van Gogh, con tantos vaivenes emocionales, pese a sus miedos y problemas, tenía clara una idea: «Es necesario haber amado, después perder el amor y luego volver a amar todavía».
Fuente: Yorokobu