El pasado 4 de marzo se conseguía un acuerdo "histórico" para aprobar el Tratado Global de los Océanos, que busca proteger el océano, abordar la degradación ambiental, luchar contra el cambio climático y prevenir la pérdida de biodiversidad.
El documento finalmente se aprobó tras una maratoniana ronda de negociaciones que comenzó el pasado 20 de febrero y que tenía previsto su cierre el viernes, pero como adelanto EFE, se extendió toda la noche y la jornada del sábado para limar las últimas diferencias.
Más de quince años ha tardado en llegar el acuerdo para establecer un nuevo tratado sobre la alta mar con el objetivo de garantizar la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad marina en las áreas situadas fuera de las jurisdicciones nacionales.
Este espacio, localizado fuera de la jurisdicción nacional, cubre casi dos tercios de los océanos del mundo. Además, en la alta mar se encuentra todo un ecosistema que genera invaluables beneficios ecológicos, económicos, sociales, culturales, científicos y de seguridad alimentaria para la humanidad.
Sin embargo, está bajo una presión creciente por la contaminación, la sobreexplotación, el cambio climático y la disminución de la biodiversidad.
El acuerdo, que se materializa a través del tratado, servirá como herramienta para lograr el objetivo de proteger al menos el 30% de los océanos de cara al año 2030. Actualmente, solo está protegido un 1% del área.
Una fuente de vida amenazada
Es fundamental, para comprender la relevancia del acuerdo, saber que, de acuerdo con los datos de Naciones Unidas, el océano produce más del 50% del oxígeno que se libera a la atmósfera. National Geographic concreta que gracias a la presencia del fitoplancton, los océanos producen entre el 50% y el 85% del oxígeno que se libera cada año.
Además, los mares actúan como un importante sumidero de dióxido de carbono, lo que reduce considerablemente los niveles de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
Por otra parte, según Naciones Unidas, los océanos sirven como la mayor fuente de proteínas del mundo. Más de 3.000 millones de personas dependen de la biodiversidad marina y costera para su sustento.
Y nuestra salud está íntimamente ligada a la del océano. Del fondo marino se extraen gran parte de los principios que utilizan las medicinas que consumimos.
Sin embargo, esta fuente de vida está viéndose gravemente amenazada. Los altos niveles de contaminación han afectado a más de 800 especies marinas y, según advirtió el Secretario General de Naciones Unidas, António Guterrres, en su último informe sobre los océanos y el derecho al mar, "la situación de los océanos nunca ha sido tan peligrosa como ahora".
A este respecto, WWF España alertó con un informe que en 2050 los plásticos del océano llegarán a la mesa del consumidor.
Al problema de la contaminación cabe sumar la crisis del cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Según la última evaluación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), un 10% de las especies marinasestán en peligro de extinción debido al cambio climático, la sobrepesca y el tráfico marítimo.
Con el aumento de la temperatura del agua, gran cantidad de crustáceos y caracoles no podrán sobrevivir. Su desaparición desequilibrará biotopos enteros y paralizará sectores económicos dependientes de la cría de ostras y mejillones.
Además, cuanto más se calientan los océanos, menos CO₂ pueden almacenar y, por tanto, el mar puede protegernos cada vez menos de los fenómenos climáticos extremos.
Estos desafíos sumados a una previsión del aumento de la demanda de recursos marinos para alimentación, medicamentos, minerales y energía, entre otros, ha creado la consciencia necesaria para que los países miembros de la ONU decidieran acordar un tratado con el fin de proteger y utilizar de manera sostenible los recursos de estas áreas.
El reparto de los recursos
Otro asunto fundamental que, como ya contamos en EL ESPAÑOL, ha supuesto uno de los principales frenos para que se alcanzase el tratado con anterioridad, ha sido el reparto de los recursos genéticos marinos.
Estos son el material biológico procedente de plantas y animales del océano, que puede tener beneficios para la sociedad como productos farmacéuticos, industriales y alimentos.
Su propiedad está definida dentro de las aguas territoriales en el Convenio sobre la Diversidad Biológica, pero fuera de las aguas territoriales no existía un marco legal aceptado universalmente.
Según la BBC, las naciones más ricas disponen hoy de los recursos y la financiación para explorar las profundidades oceánicas, pero las más pobres quieren asegurarse de que los beneficios que encuentren se compartan de forma equitativa.
En este sentido, el investigador de la Universidad de Estocolmo, Robert Blasiak, afirmó a la BBC que el reto estriba en que nadie sabe cuánto valen los recursos oceánicos y, por tanto, cómo podrían repartirse.
De acuerdo con el medio británico, los países tendrán que reunirse de nuevo para aprobar el tratado y luego les quedará mucho trabajo por hacer antes de que el documento pueda aplicarse y dilucidarse asuntos como este.
La directora del equipo de gobernanza oceánica de Pews Trust, Liz Karan, declaró a la BBC que habrá que crear muchos órganos institucionales, como el Comité Científico y Técnico.
Fuente: El Español