El estado de emergencia mundial causado por el nuevo coronavirus ha movilizado a investigadores de todo el mundo y especializados en los más variados campos de estudio para revertir la situación. Con ello, la producción científica pisó el acelerador, propiciando la aparición de nuevos estudios a un ritmo frenético. Por ejemplo, web Semantic Scholar , proyecto del Instituto Allen para la Inteligencia Artificial (AI2) con el objetivo de recopilar publicaciones académicas, reúne más de 130.000 investigaciones sobre el SARS-CoV-2.
Muchas de las nuevas investigaciones se han hecho públicas prácticamente en el momento de su finalización en repositorios en abierto, donde cualquiera tiene acceso a los artículos sin revisar. Así, los resultados se disponían meses antes de lo que correspondería si se hubiera seguido el proceso habitual de publicación en una revista, agilizando la búsqueda de soluciones al problema. Este modelo no resulta novedoso, pero ahora la urgencia ha provocado que las rebosantes webs se consulten como si de revistas científicas se tratara y que se consideren como definitivas conclusiones que aún no lo son.
“La parte positiva es que se dan resultados en tiempo real, la no tan positiva es que no nos da tiempo a hacer una validación como la ciencia se merece. Casi estamos escupiendo datos”, opina Patrick Aloy, investigador ICREA y director del laboratorio de bioinformática Estructural y Biología de Redes del Institut de Recerca Biomèdica (IRB).
Ritmo frenético
La web Semantis Scholar reúne más de 130.000 investigaciones sobre el SARS-CoV-2
Las consecuencias no tardaron en llegar. Por ejemplo, el repositorio de investigaciones biológicas bioRxiv decidió en marzo no colgar más estudios computacionales sobre potenciales tratamientos para el coronavirus. La web estaba recibiendo muchos artículos especulativos llevados a cabo con esa metodología, algunos en los que se hacían afirmaciones y predicciones un tanto “locas” en relación con la Covid-19, según declaraba su co-fundador Richard Sever a la revista Nature .
Desde el repositorio argumentan que, en el contexto de una pandemia, donde la atención pública está puesta en portales como el suyo, existe una preocupación extra por las posibles consecuencias, como la automedicación. Ahora, en la web de bioRxiv se recuerda que los numerosos nuevos informes que reciben no han sido revisados por lo que no deben considerarse como concluyentes.
Disponer de tanta información sin cribar obliga a los interesados en ella a batearla como si de un buscador de oro se tratara. “Hay tantos datos que es difícil aprovecharlos todos, te centras en grupos de los que te fías”, expone Aloy. De hecho, su laboratorio se alió con Amazon para diseñar una herramienta que ayudará a filtrar información sobre moléculas con potencial utilidad para afrontar la enfermedad.
En marzo
BioRxiv decidió no colgar más estudios computacionales sobre potenciales tratamientos para el coronavirus
Una afirmación que comparte Isabel Sola, investigadora del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC, quien desde febrero trabaja en el desarrollo de una vacuna contra la nueva infección a partir de la modificación del genoma del coronavirus. La científica considera que se debe mantener una actitud crítica ante tanto atropello. “Las prisas no son buenas consejeras. Hablamos de un problema biológico y esto lleva unos tiempos”. Sobre todo, para entender al virus.
Isabel Sola lleva años estudiando los coronavirus, forma parte del selecto grupo mundial que ya centraba sus estudios en este campo. “Ahora, ante esta urgencia, se ha liberado muchísimo dinero y muchísimos grupos de investigación han visto una oportunidad”, afirma. De hecho, en España, el Gobierno aprobó una partida de 30 millones de euros para la investigación frente a la Covid-19 de los cuales 4,5 tuvieron por destino el centro donde ella trabaja.
Algunos de estos grupos empiezan desde cero y “la falta de experiencia se nota”. Especialmente a la hora de dar con una vacuna, afirma. “No es algo obvio, se necesitan muchos años para obtener una vacuna, y cada virus tiene su propia personalidad y sus propios problemas”. A ella y a sus compañeros la veteranía les ha permitido conocer las dificultades que supone conseguirla para el grupo de los coronavirus y saber de antemano qué aproximaciones se deben descartar. Pero según indica la investigadora, no todo lo nuevo es malo.
Nuevas aportaciones
Algunos grupos empiezan de cero a investigar sobre coronavirus
Al otro lado del Atlántico, José Manuel Ordovás lo confirma. Este inmunólogo en la Escuela de Medicina de Harvard adaptó su laboratorio en el Children’s Hospital de Boston para investigar sobre coronavirus. El equipo logró revelar que los interferones, unas proteínas que el sistema inmunitario produce para protegerse de las infecciones, pueden favorecer que el virus penetre en las células.
“Eso significa que en los últimos meses no nos hemos enfocado en lo que estábamos estudiando anteriormente,” afirma. Tampoco podrían haberlo hecho. Los experimentos no relacionados con coronavirus no estaban permitidos en Boston hasta primeros de junio. Y la “vuelta al cole” que viven ahora será paulatina. Hay que volver a arrancar el motor tras meses de parón.
Avance hacia un nuevo modelo
Sin restar importancia a los contratiempos que genera trabajar de manera tan atropellada, se trata de situación que, de algún modo, ha obligado la colaboración entre equipos al darse un uso compartido de los resultados. Tal vez esta lluvia de nuevas publicaciones en abierto pueda servir como punto de partida en la producción científica de cara al futuro. “Es posible que este sistema de alguna forma prevalezca. Ya existía antes la posibilidad de presentar preprints, pero no era un lugar común tan visitado y de tanto valor como ahora”, indica Isabel Sola.
La investigadora del CSIC compara la situación con un río que se ha desbordado. Conforme las aguas vayan regresando a su cauce, poco a poco se irá logrando cierto equilibrio entre ambas fuentes de resultados: revistas y repositorios.
Por su parte, Ordovás considera que el equilibrio debe darse entre el recelo y la transparencia. El inmunólogo piensa que la situación actual puede servir para generar un nuevo modelo de funcionamiento en la investigación, que no conlleve tanto secretismo a la hora de compartir resultados, ni un trabajo prácticamente transparente con un interés especial en mostrar los hallazgos a toda costa. Un avance hacia una situación “un poco más democrática” de comunicar datos e ideas.
Fuente: La Vanguardia