En 2050 unos 6.000 millones de personas sufrirán cortes de agua. Es el 80% de la población que habita hoy el planeta tierra y el 60% de los 10.000 millones que se estiman para entonces.
En 2050 la mitad de los habitantes del planeta no tendrán acceso a agua potable. Y si no hay agua para el consumo tampoco la habrá para la producción agrícola —que hoy en día representa el 70% del agua dulce que se utiliza—. Ni tampoco para el desarrollo de la industria energética o la ganadera, imprescindibles, entre muchas otras, para el mantenimiento de la vida.
El crecimiento demográfico acelerado afecta directamente a la disponibilidad de agua
Todavía no es 2050 y ya hay al menos 44 países que no tienen suficiente agua potable para abastecer a sus habitantes. Los expertos consideran que un estado tiene “poca agua” cuando los recursos de agua renovables son de entre 1.000 y 1.700 metros cúbicos per cápita. Además de la cuarentena que están por debajo de este umbral, hoy en día hay 26 más que se encuentran en esta situación.
El ojo del huracán se sitúa sobre Oriente Medio y África del Norte, dos regiones extremadamente áridas donde los recursos hídricos son escasos y se concentran en unas pocas zonas. En ellas vive alrededor del 6% de toda la población mundial a pesar de que contienen tan solo el 1,5% del agua dulce renovable de la tierra.
En la medida que la población sigue creciendo de forma acelerada y los efectos del cambio climático se hacen más palpables, los metros cúbicos de agua por habitante disminuyen año tras año.
Según la ONU-Agua, el mecanismo de las Naciones Unidas que coordina las cuestiones relativas al agua dulce, la capacidad de estos países para hacer que haya más disponibilidad para usos domésticos, agrícolas, industriales y ambientales dependerá de una mejor gestión y planificación de los recursos hídricos.
En 9 de cada 10 países ha disminuido la cantidad de agua disponible para cada habitante
En Emiratos Árabes Unidos y Qatar la disponibilidad de agua dulce per cápita ha disminuido un 82% en los últimos 22 años —desde 1992 hasta 2014, los últimos datos publicados por el Banco Mundial—. Hoy en día son las regiones que menos agua tienen para sus habitantes con una ratio de 16,5 y 23,5 metros cúbicos anuales por persona, respectivamente.
Una tendencia especialmente peligrosa en estas regiones pero se hace extensible al resto del mundo: 9 de cada 10 países han seguido el mismo patrón. Incluidos todos los países de europa occidental como España, que ha reducido la cuota un 17% al pasar de 2.800 a casi 2.4000 metros cúbicos de agua por persona en 2014.
Más allá de la ratio, hay que tener en cuenta que en los países occidentales el consumo es 10 veces mayor que en países en vías de desarrollo. Por ejemplo: una persona en España gasta un promedio 730 metros cúbicos de agua anuales. Al otro lado del Mediterráneo, un argelino consume 196 durante el mismo tiempo.
En el otro extremo, están los habitantes de Uganda con uno de los consumos más bajos de agua del planeta, de 12,6 por habitante. África Subsahariana es otro de los puntos calientes de la tierra. Ahí el problema de la escasez del agua no está tan relacionado con que exista agua dulce como que esté saneada y al alcance de la población.
En Emiratos Árabes Unidos y Qatar la disponibilidad de agua dulce per cápita ha disminuido un 82% en los últimos 22 años
Sin ir más lejos, a Uganda le falta de todo menos agua. Bañado por las aguas del lago Victoria, el Nilo cruza el país de sur a norte y recibe desde la frontera con República Demócratica del Congo el agua del glaciar de las montañas Rwenzori, una de las cordilleras más altas de África.
Las circunstancias de Uganda no son representativas del resto de la región, que a su vez es una de las que sufre períodos más largos de sequía. “La principal causa es la falta de infraestructuras”, explica P.B Anand, un economista medioambiental que trabaja en el Centro Internacional de Desarrollo de la Universidad de Bradford, en el Reino Unido.
El combate por el agua
El agua ha sido y es fuente de conflicto. Quizás no de manera directa, pero sí como un factor importante que puede llegar a tensar la cuerda entre comunidades y desembocar en un enfrentamiento. Aunque los expertos no se acaban de poner de acuerdo en el papel del agua, la gran mayoría coincide en que tanto en Siria como en Yemen fue un elemento clave en el desarrollo del conflicto.
Actualmente 70 países sufren problemas graves relacionados con el agua. No hay ninguna proyección para 2050 que prevea un escenario mejor que el actual; el conflicto estará servido. En este sentido, los expertos subrayan la importancia del papel de los organismos internacionales para que se puedan mediar las disputas y aprovechar oportunidades de cooperación entre diferentes comunidades.
Fuente: La Vanguardia