En los últimos años, la economía circular se ha situado en el epicentro del debate. Es un concepto sobre el que cada vez se habla más. Pero hemos llegado a un punto en el que parece que, quien no se sube al carro de la economía circular, no es nada ni nadie. En cierto modo, esto es verdad, ya que aquellas empresas que no sepan ver la necesidad de adaptar sus políticas empresariales a las demandas y necesidades sociales del mundo dejarán de ser sostenibles y, por tanto, desaparecerán. Sin embargo, no podemos utilizar este concepto sin más, porque ahora esté de moda, ni llamarlo a todo ‘economía circular’.
Llevo tiempo haciéndome esta reflexión y, al compartirla con gente con cierta sensibilidad ambiental, he comprobado que esta inquietud es correspondida. Esto mismo ha ocurrido con el término ‘sostenibilidad’; de la noche a la mañana, todo llevaba el apellido sostenible: comida sostenible, tecnología sostenible, energía sostenible, casa sostenible, escuelas sostenibles, etc. Pero ¿realmente lo eran?
«No tenemos tres planetas. La única opción es impulsar un cambio en la economía mundial y enfocarla hacia la reducción de la generación de residuos»
Hoy nos ocurre lo mismo con ‘economía circular’. Hay unas pautas marcadas por la Unión Europea para poner en marcha una Estrategia de Economía Circular y todo es economía circular. Pero, señores, ¿nos hemos parado a reflexionar de qué estamos hablando? Hace años, le preguntaron al economista y académico Kenneth Boulding si eran compatibles el crecimiento exponencial y el desarrollo sostenible, y él respondió: «El que diga que el crecimiento exponencial es posible en un planeta finito o es un loco o es un economista». Bromas aparte, estamos ante un hecho muy serio, ya que, según las previsiones de Naciones Unidas, durante las próximas décadas, la población mundial se incrementará hasta los 9.100 millones de personas para 2050, por lo que harían falta tres planetas para proporcionar los recursos naturales necesarios para mantener los actuales modos de vida.
Como no tenemos tres planetas, la única opción es impulsar un cambio en la economía mundial y enfocarla hacia la reducción de la generación de residuos y al aprovechamiento al máximo de aquellos cuya generación no se haya podido evitar. Así se extraen materias primas, se fabrican productos y, de los residuos generados, se recuperan materiales y sustancias que posteriormente se reincorporan –de forma segura para la salud humana y el medio ambiente– de nuevo al proceso productivo. En última instancia, se trata de desvincular el crecimiento económico del consumo finito de recursos para así lograr un mundo sostenible a través de la economía circular.
Fuente: Ethic