Que este planeta es el único que tenemos es una idea enquistada como un mantra en Finlandia. Nada se deja al azar en el país nórdico; ni siquiera la basura. Montañas de residuos se acumulan a las afueras de la capital, Helsinki, para deleite de unos pájaros que aportan una pizca de vida a algo que ya está «muerto». Cientos de aves revolotean sobre restos orgánicos -en el centro de tratamiento de residuos de Ämmässuo de la empresa HSY- dispuestos aparentemente sin sentido pero que, en realidad, obedecen al arbitrio de alguien que cobra por repartir la basura de una determinada manera. Ese alguien facilita la tarea de una empresa que convierte desperdicios en energía; esta empresa abastece de energía limpia a una parte de Finlandia; quien recibe el suministro ya sabe que de HSY ha salido la luz que cocina su comida y decide reciclar los restos de esos alimentos; estos regresan a HSY; empieza de nuevo el ciclo. Y así con todo: este es solo un ejemplo del modelo de economía circular implantado en Finlandia, el primer país del mundo con una hoja de ruta de utilización eficiente y sostenible de los recursos. Porque allí, esto, es cuestión de Estado.
«La economía circular es uno de los cinco grandes objetivos del Gobierno», explica Paula Lehtomäki, jefa de gabinete del primer ministro. Y prosigue: «Es nuestra responsabilidad desarrollar estas soluciones». De esta manera, desde las instituciones estatales, Finlandia apuesta firmemente por un uso y reciclaje eficiente de los recursos, para que nada se desperdicie. HSY es solo uno de los ejemplos de esa apuesta de las empresas (y gobiernos) finlandesas, con la mayor planta de tratamiento de residuos de los países nórdicos. Y, también, la empresa Vantaa Energy, una energética propiedad de las ciudades de Vantaa y Helsinki que abastece a varios municipios, además de exportar a Estonia y Suecia. Incluso, esta empresa muestra a diario su orgullo por disponer de una planta pionera en economía circular, la mayor de la que disponen, a las afueras de la capital, que tuvo un coste de 300 millones. Una cantidad asumible –dicen– para estar en la cumbre del movimiento.
Pese a los esfuerzos empresariales, la joya de la corona del país, su «pride and joy», es el fondo de innovación Sitra. Este no es solo un mecanismo de inversión, sino un desafío mantenido en el tiempo. Sitra apoya los proyectos más innovadores, sostenibles y eficientes de economía circular en Finlandia -con un presupuesto anual de 30 millones- «para dar forma al futuro». Es decir, es un esfuerzo no solo económico sino también social para una región que tiene como objetivo ser el referente en este aspecto en 2025. «Aspiramos a un futuro justo y sostenible. En otras palabras, a la próxima era del bienestar», afirma un portavoz de Sitra.
Asimismo, las buenas intenciones no nacieron de la iniciativa privada. Fue hace más de 50 años cuando el Parlamento de Finlandia creó Sitra para impulsar ese nuevo modelo de sociedad sostenible y moderna a la que aspira ser. Desde entonces, el fondo ha estado sometido al control del Parlamento y sus decisiones están tuteladas por el mismo, aunque desde Sitra se empeñan en decir que son «independientes». Una verdad a medias, ya que el Gobierno no tiene potestad de influir en este vehículo de inversión pero sí el Parlamento, muy fragmentado hoy día con múltiples opciones políticas.
La joya de la corona de la economía circular finlandesa, Sitra, además, cumple con los estándares de la ONU respecto a «inversiones responsables y eficientes», al tiempo que intentan involucrar a todas las esferas sociales: «Necesitamos que todos se involucren en la transición y acelerar la comunidad global para asegurarnos de que se convierte en la nueva normalidad, liderando el camino sobre cómo hacer un cambio social completo». Para ello Finlandia se fija, por ejemplo, el reto de dejar de usar carbón para generar energía en 2029 y ha planteado subvenciones de 90 millones para las empresas que abandonen su uso en 2025.
El Gobierno tiene claro que las soluciones proyectadas «tienen un gran potencial sobre el PIB». En cuanto a la economía finlandesa, la economía circular se estima que aumentaría el PIB en un 1,5% para 2030 y que, para entonces, generaría 75.000 empleos adicionales.
Problema político
Uno de los principales escollos para lograr el objetivo de ser líderes en 2025 es precisamente la política. El Ejecutivo ha lanzado un órdago al desperdicio de residuos, aunque hay en el Parlamento quien no mantiene esa postura. «Hay partidos que no están tan entusiasmados», afirma Lehtomäki, para proseguir con que «la del Gobierno es la postura mayoritaria, la de que tenemos que jugar un rol importante». Prueba del compromiso -no unánime a nivel de partidos políticos- es que en 2017 el país acogió el primer Foro Mundial de Economía Circular, que reunió a más de 1.300 especialistas del sector, una cifra que se vio reducida en la edición de 2018, con sede en Japón.
Finlandia es sinónimo de innovación y su responsabilidad para con el futuro del país abarca la actualidad pero, especialmente, el futuro. Por ello, Sitra participa en más de 20 proyectos educativos en la materia que ya han reportado valor a sus jóvenes: 73.500 estudiantes y otros 1.800 profesores han participado en ellos -hasta noviembre-. Todo ello con el objetivo de que «las generaciones venideras crezcan como nativos de la economía circular». Igual que el filósofo argentino Alejandro Piscitelli acuñó el término «nativo digital» para hablar de quienes nacieron ya inmersos en internet y la tecnología, Finlandia quiere ser recordada como el país que parió el término «nativo de la economía circular», es decir, aquellos que asumen desde niños la cultura del uso eficiente de los recursos.
Hoy por hoy es un objetivo ambicioso, tal como reconocen portavoces de las compañías HSY (residuos-energía), Vantaa Energy (energía), Sulapac (empaquetado-envases) y Valio (lácteos), pero en el intento nace su ilusión. Todos ellos lanzan un mensaje al Gobierno para que ponga en jaque al desperdicio de recursos, ya que, al unísono, son conscientes de que aún la revolución está en una fase incipiente.
Las empresas reclaman una política gubernamental para cambiar no solo la mentalidad de las compañías sino de toda la sociedad. Hay quien repite -desde el ámbito público- que la rebelión contra los desperdicios infrautilizados ya ha hecho evolucionar a la ciudadanía, pero las empresas son conscientes de que un cambio social requiere esfuerzos duraderos para llevarlo a término. No basta con mostrar unas aceras en Helsinki sin un rastro de basura; ni que sus barrenderos apenas necesiten un cubo minúsculo para recoger desperdicios; ni pagar al ciudadano por reciclar botellas. La realidad es que el camino todavía está a medias. Y así lo evidencia un paseo junto al puerto de la capital, donde agua y basura chocan contra un rompeolas. Cuestión de Estado, pero con aristas aún por pulir.
Wefood, la tienda que aprovecha los alimentos que el supermercado desprecia
Finlandia lleva el aprovechamiento de recursos al extremo. Nada se desecha sin más. Prueba de ello es la tienda Wefood, un proyecto que se vale de aquellos alimentos que el supermercado no quiere. Productos con imperfecciones superficiales o defectos en el envasado/etiquetado, pero que están en buenas condiciones para su consumo.
Son los propios súper los que donan esa comida que luego es vendida en Wefood a precios con hasta un 70% de descuento. Así, cada día los productos que ofertan son distintos ya que estos proceden de los alimentos con «tara» que brindan los establecimientos. Desde bollería hasta pasta, pasando incluso por leche, bajo estrictos controles de salud. Todo ello con el objetivo solidario final de donarlo a la ONG Finn Church Aid.
Fuente: ABC