La revolución biotecnológica, genética y médica está en marcha. Desde 2013, cuando “aprendimos” a usar CRISPR para editar casi cualquier genoma, el progreso ha sido espectacular. Pero una línea fina impedía probar la edición del ADN para curar enfermedades en humanos. Una línea tan fina que multitud de hospitales y universidades de China hace más de dos años que se han saltado. Llevan desde 2015 editando el ADN para intentar curar el cáncer o el SIDA y esto es lo que conocemos.
QUÉ ES LA TECNOLOGÍA CRISPR
Para empezar con los pies en el suelo, primero hay que aclarar qué es lo de CRISPR. Y qué mejor que hacerlo de la mano de uno de sus padres, el investigador y microbiólogo de la Universidad de Alicante, Francis Mójica, quien hace poco nos concedía una entrevista en Nobbot.
“Originalmente, CRISPR se refiere a unas regiones del genoma de procariotas, las bacterias y sus primos cercanos, las arqueas. En estas regiones se almacena información de organismos invasores, generalmente virus. Así, las bacterias tienen la capacidad de recordar y reconocer a estos invasores y destruirlos. Es decir, es un sistema de inmunidad adquirida”, explica Mójica.
Es a partir de estos estos componentes, de estas herramientas de bacterias y arqueas, que se ha desarrollado la tecnología CRISPR. Sus aplicaciones son casi infinitas y la han colocado en la carrera por el Nóbel en los últimos años. Y sí, entre otras muchas cosas, permite editar el ADN y el ARN de casi cualquier cosa viva.
Si el ADN es el libro de la vida, CRISPR es la colección de herramientas para editar su texto. Esta técnica revolucionaria ha hecho renacer en el lenguaje científico un nuevo capítulo para las metáforas. Ilustración: Wearbeard
LA MODIFICACIÓN GENÉRICA EN HUMANOS
Una rápida búsqueda en Google deja ver por dónde van los tiros. “La edición genética con CRISPR podría cambiar la forma en que tratamos enfermedades invasivas”. “La tecnología CRISPR podría erradicar la distrofia muscular”. “La modificación del ADN con CRISPR podría modificar el futuro de los trasplantes de órganos”. Muchos futuros probables y estudios de laboratorio, pero pocos pasos concretos. El motivo, casi siempre, ético y legal.
La tecnología CRISPR es, probablemente, la herramienta biotecnológica más potente que el ser humano ha desarrollado hasta la fecha. Pero, ¿dónde ponemos el límite de la edición genética humana? ¿Cómo establecer un código internacional para el uso de CRISPR bajo unos principios éticos más o menos comunes?
EN ESPAÑA, LAS LÍNEAS ROJAS LEGALES LAS MARCAN EL CONVENIO DE OVIEDO SOBRE DERECHOS HUMANOS Y BIOMEDICINA, LA LEY SOBRE INVESTIGACIÓN BIOMÉDICA DE 2007 Y EL CÓDIGO PENAL
Moral y ética aparte, existen también multitud de límites legales. En España, como señalaba Íñigo de Miguel Beriain, investigador de la Cátedra de Derecho y Genoma Humano de la Universidad el País Vasco, en un encuentro reciente de la Federation of European Biochemical Societies (FEBS), las líneas rojas las marcan el Convenio de Oviedo sobre derechos humanos y biomedicina, la ley sobre investigación biomédica de 2007 y el código penal.
Estas normas, como indican desde FEBS, fueron desarrolladas en un contexto histórico diferente y están basadas en información menos completa de la que existe hoy en día. En general, el sector de la investigación biomédica se queja en todo el mundo de la distancia que separa las normas legales y éticas de las necesidades investigadoras. Un momento, ¿en todo el mundo?
CHINA TOMA LA DELANTERA
“No podemos decir que funcione en todos, pero en la mayoría, en organismos de todo tipo”, señalaba Francis Mójica. Las aplicaciones de CRISPR son muchas, desde la industria alimentaria o la agricultura hasta, claro, la medicina. Había un frente, sin embargo, que como Mójica reconocía, estaba menos explorado: la utilización de CRISPR como agente terapéutico en humanos.
Poco más de una semana más tarde de concedernos la entrevista, una investigación del Wall Street Journal señalaba lo que algunos ya sospechaban. China llevaba desde 2015 poniendo en práctica tratamientos basados en CRISPR en seres humanos, sobre todo, contra el cáncer. Hasta el momento, hay 86 casos confirmados, pero se calcula que se han probado en 257 individuos. En el resto del mundo: cero.
La carrera biotecnológica acelera y China ha tomado la delantera, llevando a cabo ensayos reales mientras el resto del mundo debatía normas y marcos legales. Entre los pocos datos que han trascendido, el informe del Wall Street Journal señala que al menos 36 pacientes con cáncer de riñón, pulmón, hígado y garganta han sido tratados con CRISPR. Se les ha extraído material celular, modificado genéticamente en laboratorio con CRISPR y devuelto a sus cuerpos para combatir el cáncer. Otros ensayos han estado enfocados en la lucha contra el VIH y la leucemia.
LA INFORMACIÓN LLEGA A CUENTAGOTAS
Como si de una carrera espacial se tratase, la competición biomédica está llena de secretos. Aun así, la web gubernamental estadounidense Clinical Trials, recoge ya de forma detallada un total de 10 proyectos en marcha en hospitales y universidades chinas que implican el uso de CRISPR en humanos. Estas son las primeras enfermedades de las que los investigadores chinos quieren curarnos con la edición genética:
Cáncer de cuello uterino relacionado con el virus del papiloma humano
Tumores malignos hematológicos en personas infectadas con VIH
Infecciones gastrointestinales por norovirus
Cáncer de pulmón
Leucemia y linfoma de células B (existen dos estudios paralelos)
Cáncer de esófago
Carcinoma gástrico y nasofaríngeo
Cáncer de vejiga
Cáncer de próstata
¿Y en el resto de países? El uso de CRISPR como agente terapéutico en humanos no está siendo investigado, al menos que se sepa, en otros lugares del mundo. Sin embargo, la Universidad de Pensilvania y el National Human Genome Research Institute, en Maryland, ambos en Estados Unidos, tienen en marcha sendos proyectos de investigación, todavía en fase preliminar. 2018 era el año en el que tenían pensado tomar la delantera mundial en la carrera del CRISPR y empezar a investigar.
El mecanismo de unas bacterias olvidadas que hace 25 años descubrió, casi por casualidad, un científico de Alicante, nos ha permitido almacenar un GIF en el ADN, desarrollar champiñones que no se oxiden después de cortarlos o crear mosquitos que no transmitan la malaria (aunque solo en laboratorio). Y quizá pronto nos ayude a curar el cáncer o el SIDA, por mucho que los terrenos éticos y legales sean pantanosos.
Fuente: https://www.nobbot.com