Las noticias sobre el problema de las bacterias inmunes a los antibióticos raramente son buenas. Así que cuando hay una excepción, vale la pena explorarla.
Durante décadas, hemos estado ayudándole a las bacterias a desarrollar resistencia al tomar antibióticos cuando no los necesitamos y al dejar de tomarlos antes de lo indicado.
700.000 personas en el mundo mueren cada año por esta razón.
Para evadir ese destino, muchos viajan a Tiblisi, la capital de Georgia, donde hay una alternativa a los antibióticos.
Una de ellas es Sophie, quien viene de Francia.
Sufre de fibrosis quística, que causa infecciones pulmonares crónicas que ya no responden a los antibióticos.
"No pudo respirar, toso todo el tiempo. Ni como, pues no me da hambre".
"Se me agotaron todas las alternativas, ya que después de un tiempo, las bacterias se vuelven resistentes, los antibióticos no funcionan tan bien, tienes que tomártelos más a menudo y vas perdiendo las esperanzas".
Pero ahora, su esperanza es una terapia centenaria.
Olvidados
El tratamiento se llama "terapia de fagos" e involucra el uso de virus naturales para tratar infecciones bacterianas patogénicas.
Se sabe de ello desde que, en 1913, el bacteriólogo británico Frederick Twort descubrió un agente bacteriolítico que infectaba y mataba a las bacterias.
Cinco años después, el microbiólogo canadiense Félix d'Herelle anunció el descubrimiento de "un antagonista invisible microbiano del bacilo de la disentería", y lo llamó bacteriófago.
Pero cuando los antibióticos se popularizaron en la década de 1950, quedaron relegados y, eventualmente, olvidados.
Sin embargo, en la Unión Soviética de Iósif Stalin los antibióticos escaseaban, así que los científicos continuaron usando los fagos.
En 1923, un microbiólogo llamado George Eliava fundó un instituto dedicado a los bacteriófagos, en Tiblisi.
Cómo actúan
Cuando los fagos encuentran bacterias, se prenden de ellas e inyectan su ADN en la célula, donde se reproducen.
Los fagos recién nacidos hacen estallar las paredes celulares y repiten el ciclo hasta que la infección desaparece.
El tratamiento de Sophie empieza cuando los doctores toman muestras para identificar el tipo de bacterias que están causando su infección.
Es un paso importante pues, a diferencia de los antibióticos de amplio espectro que matan a una gran cantidad de bacterias, cada bacteriófago mata sólo una especie o cepa.
Cuando identifican la responsable, desarrollan un fago que ataque ese tipo específico de bacteria.
Esta fase crucial del proceso se realiza en los laboratorios de fagos de Eliava, donde han aprendido cómo optimizar los más efectivos.
Cuál de todas es
En una placa de Petri ponen la muestra de la bacteria y sencillamente le añaden diferentes fagos y los incuban durante la noche.
Al otro día, revisan el resultado.
Una vez identificado el fago, los investigadores inician el proceso de convertirlo en un tratamiento que puede ser tomado por vía oral, inhalado o aplicado externamente para tratar el problema con precisión.
Abundantes como ninguno
Mientras que la ciencia de la terapia con fagos es muy específica, el rango de enfermedades clínicas que se pueden tratar con ella es vasto.
La clínica del instituto es muy concurrida y lo remarcable es que en cada puerta hay placas indicando las especialidades -ginecología, ortopedia, medicina interna...-, todas usando terapia de fagos para aliviar dolencias.
Una de las razones del éxito de los bacteriófagos es su gran abundancia y diversidad.
En Eliava han estado recogiendo fagos durante décadas. Tienen ampolletas que han estado ahí desde los años 30.
No obstante, eso es una gota en el océano.
De hecho, los bacteriófagos son la forma de vida más abundante en la faz de la Tierra.
Se estima que hay unos
10 millones de billones de billones de bacteriófagos
Eso implica que si la bacteria desarrolla resistencia al fago que la ataca -como lo hizo con los antibióticos-, los científicos pueden acudir a su depósito o a la naturaleza para encontrar otro.
Además pueden evitar que se desarrolle la resistencia creando mezclas de fagos para atacar a la bacteria desde diferentes ángulos.
Esta es una de las razones por las que la directora del Instituto Eliava, Mzia Kutateladze, está convencida de que los bacteriófagos pueden jugar un papel importante para resolver el problema actual.
"En primer lugar, podemos erradicar muchas enfermedades infecciosas que en la actualidad no podemos tratar con antibióticos", le dice a la BBC.
"Además, pueden reducir la resistencia a los antibióticos. Ese es un logro muy, muy importante. El uso combinado de antibióticos y fagos es realmente muy efectivo y prometedor", añade.
"Ya no tengo miedo"
A pesar de su éxito en Georgia, la terapia con bacteriófagos tiene que ser aprobada y regulada antes de que se pueda usar en Occidente.
Ya se están haciendo ensayos clínicos en Europa, así que pacientes como Sophie podrían llegar a recibir la ayuda que necesitan en casa.
"Quizás ahora pueda ganar un poco de peso. Voy a caminar sonriendo, sin tener que pensar en el esfuerzo que estoy haciendo", dice, feliz, tras recibir el tratamiento.
"Ya no tengo miedo".
Juzgando por lo que vi en Tiblisi, para mí es claro que la terapia con fagos va a jugar un rol crucial en nuestra eterna guerra contra la infección bacteriana.
Después de todo, si algo aprendimos de la era de los antibióticos es que necesitamos todas las armas posibles en nuestro arsenal para vencer a esos superorganismos.
Quizás ahora, 100 años después de descubiertos, finalmente llegó la hora de prestarle a los bacteriófagos la atención que se merecen.
Fuente: BBC